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Alfonso X el Sabio a 800 años de su natalicio

Dos expertos en cultura medieval, Carmen Armijo y Manuel Mejía, honran en tándem la memoria de Alfonso X el Sabio a 800 años de su natalicio. Carmen Armijo reflexiona sobre la fundamental labor del Rey Sabio al unir los saberes de árabes, judíos y cristianos, así como la importancia de preservar el conocimiento del pasado en una lengua que comprendiera la mayoría: el castellano como lengua franca. Manuel Mejía, por su parte, escribe sobre el valor curativo de la música de las Cantigas de Santa María. ¿Qué poder podría tener esta música en tiempos de pandemia?

Son pocos los gobernantes de la Edad Media y la Antigüedad que han mantenido un proyecto cultural tan bien trazado como Alfonso X. Probablemente sólo Octavio Augusto en Roma y Carlomagno en el Sacro Imperio Romano-Germánico tuvieron mayores alcances que el Rey Sabio a este respecto. Por ello, a 800 años de su natalicio (Toledo, martes 23 de noviembre de 1221) vale la pena reconocer el impacto de las obras alfonsíes y ahondar en ellas para darles una luz que las haga brillar en la mirada de nuevos lectores.

Alfonso X fue un rey letrado, pero quizá esa misma atención a la sabiduría y a la grandeza lo llevó a mantener una vida turbulenta dentro del reino castellano. Al subir al trono en 1252, cargaba sobre su nombre el prestigio de un linaje sobresaliente: su bisabuelo Alfonso VIII había sido el vencedor de Las Navas de Tolosa, su abuelo fue Alfonso IX de León, mientras que su padre, Fernando III el Santo, había anexado al reino las ciudades de Córdoba, Sevilla, Murcia y Jaén. Por línea paterna entroncaba con la dinastía inglesa, ya que su bisabuela Leonor de Inglaterra era hija de la famosa Leonor de Aquitania, la protectora de los trovadores y segreres, y nieta de Guillermo de Aquitania, el primer trovador. Quién sabe si la veta poética en la que el Rey Sabio tanto destacó le vendría de este lejano parentesco.

 

El rey no era quien redactaba los textos, sino el director de los escritores. Códice Rico de las Cantigas de Santa María, Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

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Por parte de su madre, Beatriz de Suabia, Alfonso X descendía del linaje imperial de los Staufen y hasta de los Comnenos bizantinos. Así, su sangre tenía una vena de mayor grandeza; por parte de su línea materna, su ascendencia le permitía pretender al trono del Sacro Imperio. Esta aspiración sería el gran distractor de sus responsabilidades dentro de la península y con ello, la causa de la pérdida de su reino. A pesar de sus muchos intentos y del abandono de los intereses de los nobles castellanos, Alfonso X tuvo que retirarse de sus presunciones al Imperio en 1275. En ese mismo año, murió su primogénito, Fernando de la Cerda. El fallecimiento del sucesor al trono provocó una guerra intestina en Castilla.

En 1280, Alfonso X decidió nombrar heredero al hijo de Fernando, siguiendo la propia ley que había establecido en sus Partidas; sin embargo, su hijo Sancho se rebela abiertamente ante tal propuesta y se levanta en contra de su padre, junto con una nobleza harto insatisfecha. En 1282, el Rey Sabio cedió su corona a Sancho. Morirá en Sevilla un par de años después, el 4 de abril de 1284.

 

Alfonso X con las armas de León y Castilla. Códex Tumbo ‘A’. Biblioteca de la Catedral de Santiago de Compostela, circa 1229-1255.

“En contraste con las rebeliones internas, sus pesquisas y cuidados del conocimiento tendrán un éxito sin precedentes, toda vez que se permitió reunir los saberes árabes, judíos y cristianos”.

A lo largo de sus desazones, Alfonso X buscaría mantener el timón de sus proyectos culturales. En contraste con las rebeliones internas, sus pesquisas y cuidados del conocimiento tendrán un éxito sin precedentes, toda vez que se permitió reunir los saberes árabes, judíos y cristianos. Son estos esfuerzos en los que detendremos nuestra atención y con los que buscaremos honrar la memoria de quien fue llamado justamente El Sabio.

 “Nuestro latín”, el español de Alfonso X

Una de las acciones de mayor impacto para la cultura hispánica fue la elección del castellano como lengua franca por parte de Alfonso X. En esa época, el intercambio cultural y la lengua de los libros se centraba en el latín. Se pensaba que el castellano y las restantes lenguas romances, difícilmente proporcionaban el vocabulario necesario para transmitir las artes y las ciencias; además, la lengua de Lacio resultaba el único idioma común entre los pueblos de Europa. A pesar de este contexto lingüístico, Alfonso X decidió brindarle mayor fuerza al castellano, y lo institucionalizó tanto en los escritos jurídicos del reino como en las obras que iba recopilando. Este cambio a las lenguas romances se verificaría medio siglo después en las regiones de Francia e Inglaterra, de modo que la mentalidad alfonsí fue la primera en otorgar dignidad a los idiomas de los pueblos europeos.

Bajo esta misma premisa, se realizaron diversas traducciones al español que retomaban los textos árabes y latinos. Para lograrlas a cabalidad, el método implicaba la reunión de los distintos habitantes judíos y cristianos: los primeros elaboraban una versión castellana a partir del árabe, que debía ser pulida posteriormente por los segundos. Este mecanismo permitió una influencia de las obras científicas y sapienciales de Oriente en toda la península ibérica, y brindó a los autores hispánicos posteriores la posibilidad de un acceso privilegiado al vasto conocimiento de la media luna. Basta con decir que los cuentos de Las mil y una noches, que arribaron a Francia por mano de Antoine Galland en el siglo xviii, circulaban ya en España desde el siglo xiii, gracias a las traducciones impulsadas por Alfonso X.

 

“Los cuentos de Las mil y una noches, que arribaron a Francia por mano de Antoine Galland en el siglo xviii, circulaban ya en España desde el siglo xiii gracias a las traducciones impulsadas por Alfonso X”.

El rey como autor de obras

Ahora bien, cuando se habla de Alfonso X como creador de las obras, en muchas ocasiones debe tenerse presente por qué se le describe de esa manera. Es importante resaltar que para la Edad Media no existía el concepto de autor como el que conocemos actualmente, y la idea del conocimiento se presentaba de forma diferente a la contemporánea. Para abrazar la magnitud de la obra alfonsí, vale la pena detenernos un momento en la mentalidad medieval.

En primera instancia, el concepto de saber difiere ampliamente del nuestro. En la Edad Media, como menciona la investigadora española María Jesús Lacarra, “el conocimiento se presenta como un sistema acabado, completo que, por lo tanto, no plantea problemas de investigación, sino de transmisión. El papel de los sabios no será, pues, acrecentar el saber, sino transmitir a quienes sean dignos de él, ayudar a conservarlo y ponerlo en práctica para que no sea algo muerto”. La función principal consistía en hallar los mecanismos ideales para preservar el pasado, es decir, lograr que las voces de los antiguos fueran escuchadas de nueva cuenta entre los sabios. A este respecto, Alfonso X fue más allá de lo que antes se había planteado, puesto que no sólo decidió reunir en sus obras los mensajes de antaño, sino que les brindó una nueva vida al transmitirlos en una lengua que comprendía gran parte de su reino. De alguna manera, permitió que los saberes circularan entre el pueblo y no fuesen patrimonio exclusivo de las esferas eclesiásticas que habían estudiado latín.

Ahora bien, en consonancia con estas ideas, el concepto de autor que se vislumbra en varios textos del Rey Sabio se mantiene más en la idea de un transmisor. Precisamente por ello, cuando se refiere a la creación de su Estoria de España, Alfonso X hace uso del verbo componer, cuya etimología latina refiere al hecho de colocar (verbo ponĕre) una serie de elementos en un mismo lugar (preposición cum): “Et este libro fue comenzado a componer et á facer viéspera de sant John Bautista”, “[…] et compusiemos este libro de todos los fechos que fallar se pudieron della, desde el tiempo de Noe fasta este nuestro”. Esta presentación vuelve al sentido de autoría y conocimiento que comentábamos previamente: al no existir una idea de originalidad como la de nuestra época, el contenido de los textos medievales se concibe como un eslabón de una larga cadena que transmite una sabiduría acabada y perfecta, cuyos principales mensajeros serán los autores.

Finalmente, cuando nos referimos a Alfonso X como autor, cabe añadir una pequeña apostilla. Como cabeza del reino, los deberes del soberano eran muchísimos y, a pesar de todas las ocupaciones que le correspondían, su pluma fue muy fructífera. Esto se debe al sistema de escritura que se estableció en la composición de las obras. En primer lugar, el rey no era quien redactaba los textos, sino quien dirigía. Una explicación muy clara del mecanismo se encuentra en la General estoria, cuando expone el modo en que Dios dictó los diez mandamientos a Moisés:

et podemos entender e decir que compuso nuestro Sennor las razones delos mandados, e que ovo ell auctoridad e el nombre dend, por quelas mando escriuir, mas quelas escriuio Moysen, assi como dixiemos nos muchas vezes: El rey faze un libro, non por quel el escriua con sus manos, mas porque compone las razones del, e las emienda et yegua e enderesça, e muestra la manera de como se deuen fazer, e desi escriue las qui el manda; pero dezimos por esta razón que el rey faze el libro. Otrossi quando dezimos el rey faze un palacio, o alguna obra, non es dicho por quelo el fiziesse con sus manos, mas por quel mando fazer e dio las cosas que fueron mester pora ello.

Esta estructura de composición se conoce como scriptorium alfonsí. Se trata de un sistema de compilación y traducción de textos árabes y latinos auspiciado y dirigido por Alfonso X; generalmente se vinculaban uno, dos o tres traductores (judíos y cristianos) que vertían los textos árabes al romance castellano. Debido a la movilidad del rey y de muchos de los sabios involucrados en el taller alfonsí, es muy probable que, en su mayor parte, todo este aparato fuese itinerante y acompañase a Alfonso X durante sus embajadas.

Con estos elementos, resulta más sencillo dimensionar la magnitud del proyecto literario del Rey Sabio y las implicaciones que tuvo en el panorama general de la España medieval. Vale la pena entonces abordar someramente las temáticas tan diversas que se reunieron en este magno scriptorium.

 

“Alfonso X no sólo decidió reunir en sus obras los mensajes de antaño, sino que les brindó una nueva vida al transmitirlos en una lengua que comprendía gran parte de su reino”.

La pluma inacabable

Alfonso X y sus obras tuvieron eco a lo largo de los siglos posteriores. La observación que entabló con la naturaleza y el mundo alcanzó todas las aristas. Por ejemplo, el interés por ordenar el universo lo llevó a conocer el pasado con su obra histórica, establecer una propuesta para el presente a través de sus opúsculos jurídicos, sapienciales y científicos, e incluso prever el futuro y sus circunstancias por medio de sus textos astrológicos. Su fructífero amor por el conocimiento no se detuvo aquí; el tiempo de juegos también estuvo considerado entre los escritos que dirigía, pues entre los manuscritos que conservamos de sus labores literarias se encuentra un libro acerca del ajedrez. Aunque pareciese demasiado, Alfonso X dedicó también sus esfuerzos a la elaboración de una amplia obra poética, en donde reunió su vasto saber para elogiar milagros, celebrar a la Virgen y abordar varios temas en sus cantigas.

De este ingente número de textos, abordaremos algunas de sus características para conocer el gran tamaño de saberes que el Rey Sabio logró compilar y convidar con el mundo hispánico.

a) Conocer y trazar el pasado

Para tener una base en donde fundar su reino y aprender mediante ejemplos el arte de gobernar, Alfonso X compiló en sus obras históricas toda la información del pasado que pudo reunir. De esta manera, la General estoria y la Estoria de España abarcarán en una sola línea temporal los acontecimientos bíblicos con los mitológicos, las conquistas de los israelitas con las victorias griegas sobre los troyanos, la honda de David con el escudo de Perseo. Para lograr esta amplísima reunión de saberes, se requirió una gran labor de búsqueda y un gran esfuerzo de traducción del latín y del árabe. Por ello, sus fuentes son muy variadas: van desde los testimonios judíos (Antiquitates Iudaicae de Flavio Josefo), hasta los profanos (Ovidio, Virgilio, etcétera), sin dejar de lado las historias medievales (Chronicon mundi de Lucas de Tuy, De rebus Hispaniae de Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, etcétera) y las reinterpretaciones cristianas de la historia (Historiæ adversus paganos de Paulo Orosio, Chronicon de Jerónimo, Pantheon de Godofredo de Viterbo, etcétera).

Si bien la obra histórica de Alfonso X es variada, sus principales textos se centran en la mencionada Estoria de España y en su General estoria; el rey probablemente inició la redacción de esta última en el año 1272-1274, abandonando el trabajo previo de la Estoria de España.

 

“A pesar de sus muchas ocupaciones, la pluma de Alfonso X fue muy fructífera gracias a un sistema de escritura conocido como scriptorium alfonsí donde él no era quien redactaba sino quien dirigía”.

Manuscrito de la Grande e general estoria de Alfonso X el Sabio (Toledo, España), Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

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b) Leyes para ordenar el presente

Los conocimientos del pasado deben servir para ordenar el presente. En este sentido, Alfonso X elaboró varias obras jurídicas para mantener su reino estable y en paz. Las que mayor atención y autoridad han tenido son el Fuero real, el Espéculo y las Siete partidas. Ahora bien, sin demeritar sus implicaciones políticas, nos centraremos en resaltar únicamente algunas características de las Siete partidas, que podría considerarse el culmen de la compilación de las leyes alfonsíes.

Como indica su nombre, consta de siete libros que abordan temas específicos del orden público que van desde la propia concepción de las leyes hasta los procesos judiciales y el status social de los musulmanes y los judíos. En realidad, esta magna obra presenta muchas veces un espejo de la sociedad, las costumbres y los comportamientos de la época medieval. Mientras dicta leyes y establece una disposición jurídico-social en el Estado, ofrece información sobre España, los reyes y la población, al estilo de una enciclopedia, como lo hiciera Isidoro de Sevilla con sus Etimologías en el siglo VII. En la Partida II, por ejemplo, se describe la función de los caballeros y sus tareas dentro de la población; y se exponen los elementos que le son propios y la naturaleza que deben seguir. De la misma manera, se tratan temas muy diversos, que llevan a concentrar en las Partidas un valioso testimonio de los siglos medievales.

“Su anhelo por conocer la naturaleza y dominarla lo llevó a reunir una serie de textos astrológico-mágicos del repertorio semítico”.

c) Conocer y dominar la natura

Aristóteles inicia su obra Metafísica asegurando que: “Por naturaleza, todos los hombres anhelan saber⁸”. Alfonso X resulta un claro ejemplo de esta aseveración. Aunado a su interés en las leyes y la historia, su anhelo por conocer la naturaleza y dominarla lo llevó a reunir una serie de textos astrológico-mágicos del repertorio semítico. Entre estos, se halla el Picatrix, un compendio de magia con indicaciones prácticas para dominar la naturaleza que posteriormente sería un texto de gran interés entre los círculos renacentistas de Pico della Mirandola. En esta misma línea, se tradujo el Libro conplido en los iudizios de las estrellas, que conjunta el conocimiento de Oriente sobre las estrellas, así como el de las constelaciones y las influencias planetarias en la vida de los hombres. Existe también el Lapidario, una obra que expone las propiedades de varias piedras fantásticas y la forma en la que pueden elaborarse algunos talismanes.

Quizá el sentido que llevó al Rey Sabio a ocuparse de la búsqueda y traducción de estas obras resulte consonante con las ideas posteriores de varios humanistas italianos: encontrar la manera no sólo de conocer, sino también de dominar los influjos que la naturaleza posee sobre el mundo y los seres humanos.

 

⒏ Aristóteles, Metafísica, 980a: “πάντες ἄνθρωποι τοῦ εἰδέναι ὀρέγονται φύσει”.

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d) El conocimiento para saber vivir

El saber debe llevar también a vivir de manera adecuada y a relacionarse con el mundo y la sociedad siguiendo un código ético. En ese sentido, Alfonso X brinda a los nobles de Castilla una serie de manuales de comportamiento en los que se establecen las reglas, los aforismos y las historias que los ayudarán a desarrollar prácticas y virtudes adecuadas dentro de los círculos de la nobleza. En este apartado, se encuentran textos provenientes de la tradición del lejano Oriente, como la traducción castellana del Calila e Dimna, que recopila varias historias de animales que ejemplifican las actitudes humanas. Asimismo, se conserva parte de un código de comportamiento para nobles, el Libro de los cien capítulos. Si bien son estas las obras que se han podido adjudicar al Rey Sabio, existen otras cuyo mecenazgo se ha tenido en duda pero cuyo contenido se conserva parcialmente dentro de sus obras magnas, como las Partidas o la General estoria. Es el caso de Poridat de poridades, que –según la tradición medieval– conservaba las enseñanzas de Aristóteles a su discípulo Alejandro Magno.

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Folio del Lapidario de Alfonso X el Sabio, circa 1250. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

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e) Los libros y los juegos

Para terminar con la obra en prosa del Rey Sabio, falta detenernos en uno de los manuscritos más interesantes del taller alfonsí: el Libro de axedrez, dados e tablas. En esta obra se expone el origen legendario del ajedrez, remontándolo hasta las tierras de la India, y ofrece una serie de técnicas y jugadas que pueden llevarse a cabo en el tablero, además de explicaciones para el uso de los dados y del juego de tablas. Además del contenido, que por sí mismo resulta valioso, cabe resaltar el manuscrito donde se conserva. Resguardado en la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, consta de 99 hojas de pergamino, con 150 miniaturas muy bien conservadas que representan las posiciones de las piezas en el tablero con jugadores de toda clase. La variedad de personajes en las imágenes muestra lo que el propio texto señala en su principio: estos juegos que se realizan sentados permiten una gran adaptación para practicarse en cualquier circunstancia, ya para libres o cautivos, ya hombres o mujeres, ya para su ejercicio en alta mar o en tierra.

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Libro de axedrez, dados e tablas, 1283. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

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f) Espíritu, cuerpo y poder: las Cantigas de Santa María

Con sus 420 composiciones en galaico-portugués y 2400 miniaturas, las Cantigas de Santa María es el cancionero mariano más rico de toda la Edad Media y el “repertorio musical más importante de Europa por lo que se refiere a la lírica medieval⁹”. Se conserva en cuatro espléndidos manuscritos, compuestos, con toda probabilidad, para la cámara regia y para uso personal del rey y su corte.

La mayoría de las cantigas son narrativas y relatan milagros de la Virgen; las demás, con la excepción de una introducción y dos prólogos, son de loor (cada decena se abre con una de esta clase), o se refieren a festividades marianas o cristológicas. Salvo el poema introductorio, todas se acompañan de melodías y bellas ilustraciones¹⁰. El tema principal es la devoción mariana, práctica religiosa que se remonta a los orígenes del cristianismo pero que se propagó de manera extraordinaria por toda Europa a finales del siglo xii y durante todo el siglo xiii con la difusión de las órdenes mendicantes. Recordemos en el mundo hispánico obras como Los milagros de Nuestra Señora (1240-1250) de Gonzalo de Berceo y Liber Mariae (1275) de Juan Gil de Zamora.

En la raíz de la devoción mariana alfonsí que se manifiesta en las Cantigas, yacen varios conceptos teológico-bíblicos que constituyen el fundamento de la extraordinaria devoción popular a María durante el siglo xiii. H. Salvador Martínez señala: “Uno de estos conceptos es el de compassio y co-redemptio. Si María goza de un poder intercesor extraordinario es no sólo porque es la madre del Redentor, sino –principalmente– porque es la Corredentora¹¹”. Es la mediadora universal de todas las gracias, como expone elocuentemente san Bernardo: “Si la Majestad divina os asusta acudid a María… Ella es la escala de los pecadores”.

Las Cantigas no ofrecen una ordenación temática; sin embargo, la lógica patente de los temas universales en la primera centena da cierta homogeneidad a dicho conjunto. Posteriormente predomina el tinte personal y autobiográfico, al lado de los temas cercanos, peninsulares. Otro tipo de ordenación ideológica es el de los “elementos”, que agrupa los milagros realizados sobre el fuego, la tierra, el agua y el aire¹².

El tema de las enfermedades del cuerpo y del espíritu lo encontramos en una variedad de cantigas, incluyendo las autobiográficas que nos muestran los beneficios de la devoción como apoyo para la curación y el poder de la música como vehículo entre la física del cuerpo y la salud del espíritu.

 

⒐ H. Anglés, La música de las Cantigas de Santa María del rey Alfonso el Sabio. Barcelona: Diputación Provincial, 1943-1964; t. II, p. 11. Citado por H. Salvador Martínez, Alfonso X, el Sabio. Una biografía. Madrid: Ediciones Polifemo, 2003, p. 237. 

⒑ Cfr. Walter Mettmann, “Introducción”. Alfonso X el Sabio, Cantigas de Santa María (cantigas 1 a 100). Madrid: Castalia, 1986; t. I,  p.7.

⒒ H. Salvador Martínez, op. cit., pp. 248-249.

⒓ Cantigas de santa María. Ed. de Xosé Filgueira Valverde. Madrid: Castalia, p. LIX.

“El tema principal es la devoción mariana, práctica religiosa que se remonta a los orígenes del cristianismo pero que se propagó de manera extraordinaria por toda Europa a finales del siglo XII y durante todo el siglo XIII con la difusión de las órdenes mendicantes”.

Carmen Elena Armijo es maestra en Letras Españolas por la Universidad Nacional Autónoma de México, especialista en la cultura y literatura medievales y renacentistas. Formó el ensamble Sine Nomine con la oboísta y flautista Lourdes Paz. Con el Ensamble Armonía a Tres + Uno, grabó en 1988 uno de los fonogramas pioneros en la música antigua en México. En 1996, fundó Grupo Segrel, participando como flautista y asesora filológica. Es investigadora del Centro de Poética en el Instituto de Investigaciones Filológicas y catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Uno de sus libros principales es Fábula y mundo: Odo de Chériton y el Libro de los gatos.

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