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Alfonso X el Sabio a 800 años de su natalicio

Devoción, dolencias y vivencias con la música de las cantigas

Dos expertos en cultura medieval, Carmen Armijo y Manuel Mejía, honran en tándem la memoria de Alfonso X el Sabio a 800 años de su natalicio. Carmen Armijo reflexiona sobre la fundamental labor del Rey Sabio al unir los saberes de árabes, judíos y cristianos, así como la importancia de preservar el conocimiento del pasado en una lengua que comprendiera la mayoría: el castellano como lengua franca. Manuel Mejía escribe sobre el valor curativo de la música de las Cantigas de Santa María. ¿Qué poder podría tener esta música en tiempos de pandemia?

En la cantiga 200, Alfonso X, además de alabar a Santa María, le agradece de manera sincera el auxilio y el cuidado que le ha brindado durante su vida. Es una poesía lírica muy personal donde el rey hace un recuento de sus vivencias.

Agradece que entre sus  contemporáneos sea muy honrado y querido por la gente; que haya descendido de gente buena, y que gracias a ello pueda reinar de manera legítima. Agradece también que le haya socorrido en enfermedades graves, librándolo de la muerte y permitiéndole la recuperación de la salud; que le haya también protegido de sus enemigos que deseaban o procuraban dañarlo; que le haya permitido sortear las dificultades económicas y le haya dado riquezas. Le agradece su favor en las batallas y campañas militares, que le haya prevenido de accidentes, lesiones peligrosas y muertes. Por todo ello –canta al final el trovador–, morirá por Ella. El rey trovador está dispuesto de buena gana a apartarse de las luchas de este mundo para al fin poder ver a su dama, a quien tanto amó.

Para entender la labor que implicó formar la colección de más de cuatrocientas cantigas de Santa María, hay que visualizar un trabajo de largo aliento de creación colectiva que combinó la memoria de melodías ya antiguas con la composición de temas nuevos. Como se muestra en algunas de las ilustraciones del códice de las Cantigas, una serie de músicos reúnen sus distintos talentos alrededor del rey, quien coordina los esfuerzos, corrige o aprueba, mientras escucha la música. Finalmente ordena a los escribanos plasmar la escritura musical con la tinta sobre el pergamino. Algunas de las cantigas, como la número 200, son vivencias personales del rey que, adoptando las formas trovadorescas a una melodía propia, se integran a este corpus devocional.

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“En sus viajes, tal vez por no poderse acompañar de su corte musical, Alfonso X llevaba consigo el libro de las Cantigas, objeto que representaba protección, cuidado y curación”.



Alfonso X tenía un gran apego a la obra lírico-musical fruto del trabajo en seminario con su corte de músicos y que se fue materializando en magníficos códices. En sus viajes, tal vez por no poderse acompañar de su corte musical, llevaba consigo el libro de las Cantigas, objeto que representaba protección, cuidado y curación.

Mi colega, la cantante Rita Guerrero, eligió la cantiga número 200 para preparar nuevos conciertos en el momento que avanzaba su enfermedad de cáncer de mama. Conservo en mi archivo una grabación de los ensayos, y al escucharla, considero que más allá del gusto que compartimos Rita y yo por este repertorio, cantar esa música fue un apoyo espiritual y una terapéutica decisiva en sus últimos meses de vida, en los que realizó conciertos entrañables, verdaderas proezas dado el avance de su enfermedad. Rita logró sintonizar con un estado emocional de agradecimiento, al igual que el rey trovador de la cantiga 200, lo que le brindó la fuerza para atravesar la adversidad sin desmoronarse, con la entereza de una reina. Tan sólo un par de meses antes de su muerte, así lo expresó ante el público del Teatro de la Ciudad:

“La mejor manera que tengo de agradecer tanto amor, tanto cariño, es con mi canto”. 

Cartela con los músicos alrededor del rey Alfonso X trabajando en las Cantigas, Códice de los músicos, circa 1280-1284. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

 

 

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“La devoción era el complemento necesario para el efecto curativo de las terapias físicas; era, también, una solución cuando los remedios físicos fallaban”.



(Vídeo 1: Cantiga de Santa María núm. 200, en versión de ensayo con Rita Guerrero y Manuel Mejía Armijo, 2010)

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En la terapéutica medieval, la devoción jugaba un papel tan importante como la física, término que se utilizaba para nombrar lo que ahora llamamos medicina. Alfonso X ponderaba con justicia los conocimientos médicos de los físicos de su tiempo, a quienes consideraba fundamentales para conservar la salud y sacar la enfermedad, así como para ayudar a prevenir posibles males. Sin embargo, la devoción era el complemento necesario para el efecto curativo de las terapias físicas; era, también, una solución cuando los remedios físicos fallaban, o cuando no se podía tener acceso a estos remedios.

Así lo declara el trovador regio en otra cantiga, también de vivencias personales, que narra una enfermedad que le aquejó en su viaje a Vitoria, para cuya curación resultaron ineficaces los remedios de la medicina medieval. Entonces el rey abandonó estas terapias para entregarse a la devoción. Decidió dar una aplicación física a su fe, y lo hizo poniendo el gran libro de las Cantigas sobre la parte de su cuerpo afectada por la patología. A diferencia de los remedios médicos fallidos, este sí le dio resultado, según se da testimonio en la cantiga 209.

Supongo que el “emplasto de libro” que se aplicó don Alfonso sustituiría el efecto de escuchar la música de las Cantigas, ya que, lejos de su corte y de sus músicos colaboradores, le habría sido imposible reproducir sonoramente el contenido del libro.

La fe sigue siendo, hoy en día, un elemento fundamental en los procesos de curación, sea que se manifieste como devoción religiosa o como confianza en el médico. Con mucha razón, Hipócrates afirmó que el médico más eficaz es aquel en quien más gente confía. Hoy en día, observamos que los pacientes, si no logran confiar en el saber del médico, trasladan su fe a la farmacéutica, o bien, a la ciencia como deidad. Escuchamos decir “yo creo en la ciencia”, aunque parezca un contrasentido, siendo que lo que anima la constante búsqueda en la disciplina científica es la duda.

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"En la construcción de la obra lírico-musical de la corte alfonsí, la fe es el aliento que la anima, y por ello acumula un gran potencial curativo que se almacenará en el libro."



Symphonia, miniatura de la cantiga número 160. Códice de los músicos, circa 1280-1284. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Fuente: Real Biblioteca de España.

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Tan importante como la fe en el paciente, lo es en quien opera la terapia curativa, ya sea médico, mago o místico. Para que sus operaciones sanadoras surtan efecto, tendrá que intervenir una fe activa. En la construcción de la obra lírico-musical de la corte alfonsí, esta fe es el aliento que la anima, y por ello acumula un gran potencial curativo que se almacenará en el libro. Cuando el rey efectúa una aplicación tópica del libro, el poder terapéutico se manifiesta a través de la visualización de imágenes y la recreación de sonidos que se internan en su ser. Podríamos decir que realiza una poderosa meditación.

Sin haberme propuesto imitar al rey Alfonso en sus aplicaciones terapéuticas de las Cantigas, también yo he acumulado vivencias con este repertorio de entrega y devoción. Por ejemplo, en el año 2010 le di a mi amiga Rita un disco de laúd que grabé interpretando música del libro alfonsí; le hice una copia para que le acompañara en el viaje al hospital en Guadalajara donde se extirparía un tumor canceroso. El dictamen médico fue adverso, pues se descubrió que, por el tamaño y la región donde se había desarrollado el tumor, no era factible operar. La noticia impactó negativamente en el ánimo de mi amiga, y me confió que en el camino de regreso de Guadalajara a México le había ayudado mucho escuchar una y otra vez las piezas de laúd del disco que le había dado.

El mismo disco acompañó a otra persona muy querida cuando debió viajar cerca de mil kilómetros por carretera al recibir la noticia de la trágica muerte de su hijo. “En ese viaje interminable estuve a punto de perder la cordura; lo único que lograba calmarme por momentos, era escuchar el disco de laúd”, me contó semanas después.

La mayoría de las cantigas narra actos milagrosos que no pudieron explicarse en su momento; sin embargo, se verificaron. La parte explicable, que sí pudo observarse, se trasmite en el libro mediante imágenes: literarias en la poesía narrativa, visuales en las ilustraciones o cartelas. Un interesante artículo realizado por dos dermatólogos catalanes analiza la imagen de la enfermedad que describe la cantiga 225, producida por una araña que ronda por el cuerpo sin causar la muerte, aunque sí varias molestias. En un principio la narración nos puede parecer inverosímil: un cura se traga una araña al beber el vino de consagrar y después de que le recorre la piel por debajo, gracias a un milagro, la araña le sale del cuerpo por una uña. Sin embargo, los especialistas actuales en dolencias dermatológicas identifican la descripción con la sarna, enfermedad provocada por un ácaro llamado Sarcoptes scabiei, parásito que ya el médico andalusí Avenzoar había observado antes de que naciera el rey Alfonso. En este caso, por ser una enfermedad de transmisión sexual, se condenaba como un castigo celestial ante el pecado de la lujuria.

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No hay mejor catalizador entre la terapia médica y el proceso espiritual curativo que la música, puesto que influye en ambos aspectos del ser humano.



Si bien hoy en día no suelen enfocarse las enfermedades como castigos divinos, es cierto que muchas mantienen una relación causal con malos hábitos o acciones imprudentes. Cuando el paciente reconoce su responsabilidad en haber contraído algún mal, se encamina a liberarse de la culpa, lo que sin duda alguna favorece una más exitosa curación. En este proceso espiritual tan determinante para la salud del paciente, no suele ser guiado por el médico, salvo en casos excepcionales.

 

Miniatura de la cantiga folio 79r. Códice de los músicos, circa 1280-1284. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Fuente: Real Biblioteca de España.

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He aquí la importancia de la música: no hay mejor catalizador entre la terapia médica y el proceso espiritual curativo que la música, puesto que influye en ambos aspectos del ser humano. Es un paliativo a los rigores físicos de la enfermedad, y al mismo tiempo es un vehículo para la disposición espiritual a la curación, o bien, a la muerte.

Músicos con cítolas, cantiga número 10. Códice de los músicos, circa 1280-1284. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Fuente: Real Biblioteca de España.

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En mis experiencias como laudista con la música de las Cantigas, no puedo presumir de haber brindado curaciones milagrosas, pero sí ha sido una manera de acercarme a los misterios de la vida, la muerte y el dolor humanos. Con las cantigas he acompañado los momentos de agonía de seres queridos, he derramado los sonidos del laúd en mujeres embarazadas, con factores de riesgo, para beneficio de la madre y su neonato. He sido contratado en varias ocasiones para rituales fúnebres. Recuerdo una experiencia especialmente impactante cuando me llamaron para contratarme para un velorio. La señora a quien se dedicaría el ritual, aún viva, estaba en la fase final de una severa enfermedad. Yo tenía que estar disponible durante las próximas horas, pues no se podía prever con exactitud a qué hora moriría. Varias horas después, quien me contrató me dijo que la señora había resistido mucho más de lo que esperaban los médicos y que apenas acababa de morir; entonces fijaron rápidamente el horario y la dirección donde se velaría al cuerpo. Llegué puntual a la cita y me hicieron pasar a una habitación muy bien arreglada donde parecía que la señora descansaba plácidamente. Me dejaron solo, en una silla con el laúd a un lado del lecho y comencé a tocar las cantigas. No podría explicar lo que percibí en el cuerpo de la señora, pero comprobé que reaccionaba al influjo de la música. Al percibirlo, sentí una conmoción en todo el cuerpo.

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Las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio constituyen uno de los documentos musicales que más fascinación despierta en los músicos actuales.



En otra ocasión me contrataron para las exequias de un joven cineasta, fallecido lejos de su hija, de pocos años de edad. Lo más importante de mi servicio fue acompañar a la niña –que acababa de quedar huérfana de padre– a ver el ataúd y enfrentar la dolorosa noticia. La acompañé con el laúd, para después seguir tocando al pie del féretro, mientras la niña elaboraba una danza espontánea por todo el salón, al compás de una cantiga medieval.

Las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio constituyen uno de los documentos musicales que más fascinación despierta en los músicos actuales tanto por la belleza de sus melodías como por la importancia que le concede a la actividad musical dentro de una refinada corte. En las miniaturas que ilustran el Códice de los músicos se representa una variedad de músicos con muy diversos instrumentos de cuerda pulsada, cuerda frotada con arco, instrumentos de aliento y de percusión; todos muy concentrados en la ejecución en pequeños ensambles. Gracias a estas miniaturas, se han podido reproducir muchos de los instrumentos medievales, y con ello nos hemos acercado al carácter de la música del siglo xiii.

Quiero dar un sentido especial al hecho de que el cumpleaños 800 del rey Alfonso X haya caído en este 2021, marcado por la pandemia del coronavirus, para resaltar el valor curativo que aquel sabio medieval otorgaba a la música. No encuentro mejor manera de celebrar su vida y su obra que interpretando la música que nos legó con el deseo de que ayude a sanar a una sociedad lastimada por los rigores del confinamiento, debilitada por la enfermedad y dolida por la muerte de sus seres queridos. 

(Vídeo 2: Cantiga de Santa María, núm. 209, interpretada por Manuel Mejía Armijo en la cítola).

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Referencias bibliográficas:

Culianu, Ioan P. Eros y magia en el Renacimiento. Madrid: Ediciones Siruela, 1999.

Morente, Maribel, “La enfermedad en tiempos de Alfonso X el Sabio”, en Elvira Fidalgo (ed.), El libro Alfonso X el Sabio: cronista y protagonista de su tiempo. San Millán de la Cogolla: Fundación San Millán de la Cogolla, 2020.

Ribera y Tarragó, Julián. La música de las cantigas de don Alfonso el Sabio, vol. III. Madrid: Real Academia Española, 1922.

Romaní, J., X. Sierra, A. Casson, “Cantigas de Santa María del Rey Alfonso X el Sabio. Parte II: mutilación genital, escrofulodermia, sarna, erisipela y los males del Rey Alfonso”, Actas Dermo-Sifilográficas, octubre de 2016, vol. 107, número 8. Madrid: Academia Española de Dermatología y Venereología,

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Manuel Mejía Armijo (Ciudad de México, 1970) es intérprete de laúd y otros instrumentos antiguos de cuerda pulsada, compositor e investigador. Fue coordinador de las Caravanas Culturales por la Paz, en Guerrero. Es director y laudista del Grupo Segrel desde 1996; integrante fundador del grupo La Giralda (2001); y fundador del Ensamble Galileo 2000-2010. Fue editor musical y coordinador artístico de los libros Un sarao en Chalco (2016) y Nuevas bandurrias renacentistas (2020). Forma parte del proyecto binacional Nouvelle Antigua (2020). Estudió guitarra clásica en el Estudio de Arte Guitarrístico con Guillermo González Philips y con Manuel López Ramos (1991-2000). 

 

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